Un pequeño regalito

martes, 13 de agosto de 2013



Hola queridos,


Esta mañana os traigo un fragmento de la historia que publiqué con Ediciones B en la antología Sueños de verano, que salió el 12 de julio de este año. Esta mini novela se llama Volver a empezar, y ésta es su sinopsis:


Dispuesto a rodar un documental sobre una leyenda que rodea al Hotel Castillo de Montesclaros, Max Hunter, un productor americano afincado en España, viaja hasta Cantabria con su equipo y se instala en el complejo. Pero además de la grabación del reportaje, la razón que le lleva a hacer ese viaje es... una mujer. Una mujer que le abandonó sin dar explicaciones hace tres años, y ahora, al parecer, mantiene una relación con el director de Montesclaros, que antaño fue uno de sus mejores amigos.

Estos son mis personajes, Audrey Narváez y Max Hunter:




Y ahí va el fragmento, que espero que os guste:



     
Audrey no le escuchaba. Sus ojos recorrían golosos al hombre que estaba plantado en la salida, con su vasta corpulencia y sus poderosos pectorales cubiertos por la camiseta de Aerosmith que ella le compró durante unas vacaciones en Madrid al iniciar su relación.
El hada que llevaba tatuada en el hombro resultado de una apuesta que Audrey ganó, sobresalía por debajo de la manga corta de la prenda negra, y su pelo rubio revuelto y sin peinar le daba el aire de chico malo que tanto le gustaba. Contempló su rostro anguloso, ornamentado con una perilla trigueña que servía de cercado a una dentadura blanca y reluciente, y acto seguido, como atraída por un imán, clavó la mirada en sus iris, verdes como la campiña escocesa, escenario de las numerosas novelas de highlanders que solía devorar cuando se sentía nostálgica.
El ruido de la puerta al cerrarse la sacó de su trance. Carraspeó, sintiéndose estúpida por babear como una auténtica idiota por su ex marido. ¡Su ex marido!
Max no corrió mejor suerte. Sus sentidos se agudizaron al verla, reparando en que la condenada estaba más guapa que nunca. Se había cortado la melena y la llevaba ahora lisa y justo por debajo de las orejas, dándole más protagonismo a su faz ovalada, sus labios plenos y sus ojos grandes y pardos, del color de la canela en rama que su madre añadía al fabuloso arroz con leche que preparaba en pascua.
Sus piernas, esbeltas y elegantes, iban enfundadas en unas medias de seda negras, y sus diminutos pies se alzaban al menos unos quince centímetros del suelo en aquellos descomunales tacones de aguja. Un traje azul marino de chaqueta y falda tubo ponía el toque final de distinción que seguramente haría que todos los hombres con ojos en la cara se girasen a mirarla al caminar por los pasillos de Montesclaros.
Maldita sea mi estampa. ¿En qué momento se me ocurrió dejarme vencer y perderte, Audrey?”
Sánchez intervino al notar que el ambiente se cargaba con una tensión insostenible.
No te lo había comentado, Max, pero Audrey será vuestra guía. Conoce bien la historia del castillo, su distribución, su leyenda...
¿Qué? ¿guía? No necesito ninguna guía bramó el productor, sólo hablar con las personas correctas para obtener el asesoramiento necesario, preparar las cámaras, grabar y largarme después a mi guarida. Nada de “tours”. Esto no es una luna de miel.
Las tres palabras finales de esa frase calaron hondo en Audrey, que a punto estuvo de echarse a llorar. Miró suplicante a su jefe, que permanecía impasible.
Llamaron con los nudillos tres veces y Juan dio las gracias al cielo mentalmente. Normalmente odiaba que le interrumpieran en una reunión, pero este paréntesis les venía que ni pintado.
Pase.
Isabel, una de las recepcionistas, se asomó al umbral.
Señorita Narváez, preguntan por usted.
¿Quién, Isabel?
Una tal Lisa... Lisa...
Audrey palideció.
¿Lisa Torelli? ¿la actriz?
Juan puso los ojos en blanco, y Hunter les miró contrariado. Audrey fue a atender la llamada de auxilio de Isabel para lidiar con la pesada que la andaba persiguiendo por los rincones juntamente con su amiga Emma, dispuesta a obtener datos confidenciales de los huéspedes del hotel. Y todo porque una chiflada amante del tarot barato les dijo que allí encontrarían a alguien que las lanzaría al estrellato.
Cuando la relaciones públicas pasó junto a Max, este inspiró su perfume. Aqua di Gio. Su predilecta. La detuvo tomándola de la muñeca. Ella alzó el mentón, intentando demostrar una valentía que brillaba por su ausencia.
Nos vemos en recepción en una hora ―claudicó fríamente. Ten listo tu equipo. Empezaremos por las ruinas de la abadía y el cementerio.
No te he pedido...
Son las condiciones del hotel. No tenéis permiso para andar a vuestro libre albedrío. Podríais molestar a los clientes, y mi trabajo, entre otras cosas, es evitar que eso ocurra.
Ambos se miraban como si fueran boxeadores en un ring, y Juan contuvo una carcajada.
Os doy dos días para que terminéis arrancándoos la ropa y retozando encima de los geranios de Celia, chicos. Dos míseros días”.


Abrazos,


Miranda K.

1 comentario:

Isabel Keats dijo...

Puritito fuego!!! Tiene una pinta tremenda, Miranda!!

 
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